viernes, 17 de febrero de 2012

Sincronía de lo microscópico

Texto rescatado del olvido, que escribí un domingo cualquiera de ‎noviembre‎ de ‎2008




Sincronía de lo microscópico.

Situaciones cotidianas que parecen conjugarse para formar entre si hechos totalmente extraordinarios y transformadores. 

Hoy se dio uno de estos lances del sincrodestino de la manera más sencilla e inesperada, como casi siempre.Estaba yo en mis quehaceres de después de comer, andaba ordenando un poco la sala de estar, pues quería escuchar música en tranquilidad . Era domingo por la tarde, un día primaveral despistado, en medio de un otoño algo alocado. Había amanecido el día feliz, pleno y satisfecho. Ciertamente era un día motivador, estaba lleno de energía y con ganas de hacer cosas. La mañana paso agradable y durante la comida reconozco que mi mente estaba en un modo automático que me permitía hacer cosas sin tener la sensación de hacerlas; perdón por el galimatías pero no se expresarlo mejor en estos momentos.

Retomando los momentos posteriores a la comida, mientras colocaba unos libros en su sitio, reparé en unas fotos de mi infancia, que andaban de excursión fuera del álbum. En una estaba yo vestido de astronauta, con un disfraz hecho de cubos de aquellos de los detergentes de antes y forrado de papel de plata, que mi hermano Adrián me hizo, como tantos otros mas, con toda la originalidad y el cariño que el solo sabe ponerle a las cosas.
En otra estaba yo subido en un cochecito de tiovivo del Tibidabo, en esa foto era más renacuajo aún, pero en las dos fotos mi mente hizo un link con mis años de niñez. No pude por más que sentarme en el sofá y sin música ni nada iniciar un viaje al pasado, que  tuvo como consecuencia que mis ojos se llenaran de lágrimas y mi corazón de nostalgia. Trataba de recordar los momentos en los que las fotos fueron tomadas, y eran algo confusos, pero unos recuerdos si me vinieron al pensamiento, y fue en mi etapa de niño, cuando en el pueblo en que veraneaba de zagal, y en el cual resido ahora,  me dedicaba a hacer pulseritas con los pirulillos y lentejillas de colores que dejaban los de las compañías telefónicas cuando comenzaban a desplegar sus infraestructuras en la zona.Recordaba poner una sabana vieja con toda suerte de cosas, que vendía a precios irrisorios, recordaba la amabilidad de la gente por aquel entonces y en como nos divertíamos con cosas de lo más sencillo y común.

Estaba ya saliendo de mi trance retrospectivo cuando sonó el timbre de la puerta de mi casa. Salí al jardín a mirar quien era y no vi a nadie, pero aún así me subí a un poyete y desde allí miré a la calle. Allí parado frente a la puerta de mi jardín y oculto a mi primera ojeada, se hallaba un niño de no mas de diez años, moreno, con unos ojos marrones profundos, que me mira y me dice, vendo conchas de la playa por 50 céntimos,. Yo, perplejo le digo espera un momento, y mientras entró en casa noto que mi corazón late fuerte, pero me he de controlar, no es momento, ya que el niño es ajeno a mi shock sincrónico. 
Así que entró y cojo una moneda que “casualmente” acababa de encontrar mientras recogía, salgo a fuera y le digo dame la concha que más te guste. En ese momento el niño, con una paciencia y cariño increíble empieza a colocar sobre la acera las conchas, una a una, con un mimo increíble, lo cual denotaba el cuidado que sentía por cada una de las piezas. Indeciso ante cual elegir para mi le digo, mira ¿sabes que? dame la que consideres que es la mas pequeña de todas, y reparando en la misma que yo, me la entrega en la mano y me da las gracias sencillamente. Le invito a pasar otro día para comprarle más y me despido de él, que se  marcha calle abajo tras recoger con el mismo amor que antes, cada concha y meterla en su atillo de trapo.

Yo entro en casa, ahora ya si, desbordado entre lagrimas y agradecido al universo por que las pequeñas cosas de la vida son, casi siempre, las que encierran los mayores tesoros.



Me encanta encontrarme cosas que escribí hace años, porque me ayuda a darme cuentas de las cosas que ya no están y de las que aún permanecen ahí.
Encantado de compartirlo con todos.
Un abrazo.

No hay comentarios: