viernes, 2 de abril de 2010

negando la Evidencia.


Los nervios habían tomado mi cuerpo,trataba de disimular los temblores al tiempo que ocultaba el rostro, mas lo cierto es que mis piernas tenían serias dificultades para sostenerme en pie.
Allí estaba él, atado y golpeado por aquellos que le habían apresado hacía unas horas y ahora lo custodiaban a la espera de que los poderosos decidieran que hacer con su vida.
Siempre tuve la extraña percepción de que este momento llegaría y de hecho tenía la sensación de no ser la primera vez que vivía la misma experiencia. ¿Que hago aquí?, preguntaba en mi pensamiento, cualquiera podría reconocerme como uno de sus acompañantes y delatarme. Entonces sería apresado indudablemente y mi destino no sería distinto al del Maestro.
Algo en esa idea me confortaba, pues tras los últimos años a su lado codo con codo, después de tantas vivencias,sabía que aquel hombre era la misma encarnación de la misericordia y que morir junto a él sería tanto o mas privilegio que haber caminado a su lado. Pero la misma idea confortaba al tiempo que confrontaba todas mis dudas y no me dejaba exento de cierto temor ante la idea de la muerte. La batalla mental me consumía al tiempo que no podía dejar de reprocharme que todas las certezas que tenia cuando estaba con él, ahora parecían disiparse al contemplarle así de indefenso delante de sus captores.
Aún resonaban en mi interior las palabras que me dirigió después de la cena cuando juré y perjuré que jamás le daría de lado. Pero tanto o mas que sus palabras, en mi mente estaba su mirada al pronunciarlas, pues la profundidad con que me miró solo se podía sondear con la vara del supremo Amor que le caracterizó durante su recorrido por este mundo.
Me movía entre la muchedumbre que se amontonaba bajo los arcos del patio,y que aún así, respetaban el circulo central donde aguardaban los soldados la decisión de los principales lideres religiosos.Trataba de ver su rostro, pues desde donde me encontraba tan solo alcanzaba a ver su espalda y necesitaba mirarle, como para darle a entender que no estaba solo pasando por aquel trago, que no le había dejado de lado. Pero si estaba solo, pues de repente alguien grito a mi paso.¿No es ese uno de los que le acompañaban? Yo me giré y sin poder controlar mis palabras escuché avergonzado como mi boca decía No!, no soy uno de ellos! Pero otra voz asintió a la primera en voz aún mas alta, Si !, si es uno de ellos! No se si fue el miedo, o las dudas, o todo el conjunto, pero de nuevo mi boca se abrió para gritar esta vez, No soy uno de ellos! Y traté de salir corriendo de entre la masa que jaleaba a mi alrededor. ¡Es uno de sus discípulos! ,grito otra voz aún mas enconada que las anteriores. Sumido en la mas total de las vergüenzas de nuevo escuche a mi boca gritar , ¡No soy uno de sus discípulos, yo no conozco a ese hombre! Y justo coincidieron mis palabras con un silencio fortuito que se hizo en todo el lugar. Miré en dirección a donde estaba el Maestro y me encontré de bruces con su mirada, justo en el mismo momento en que un gallo cantaba no muy lejos de allí.
Fue lo último que vi nitidamente aquella noche, su mirada transparente, carente de cualquier tipo de reproche, llena de compasión infinita, exactamente igual que hacía unas horas, cuando me predijo que antes de que el gallo cantase lo negaría tres veces.
Toda la vehemencia que empleé para convencerle de su supuesto error, se había transformado en un sentimiento de fraude hacia mi persona jamas sentido hasta ese momento. Pero él no me miró como si le hubiese defraudado, todo lo contrario, me miraba como si me comprendiera, como si asumiera que en aquella situación él y solo él, había de estar presente. Como si aceptase que nada se podía hacer por cambiar su destino, al tiempo que se disponía a hacer suyas todas las impotencias de la humanidad, cargándolas sobre sus hombros, para transformarlas en nuevas oportunidades basadas en el Amor.
Salí corriendo de aquel lugar con los ojos llenos de lagrimas, corrí hasta las afueras y me derrumbé bajo un olivo como un niño que ha perdido a sus padres. Acabé dormido a los pies de los arboles centenarios, que en tantas ocasiones presenciaron en silencio las historias del Maestro; Aquel que con su ejemplo de vida, demostró la cualidad de reconocer a cada uno en medio de toda la gente y mirarle con el Amor que nos hace a todos iguales al tiempo que únicos ante los ojos de Di's.

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